ENTREVISTA OSCAR DERTYCIA 
“Diego entrenaba para estar diez puntos en la Selección y te potenciaba”

Por Jonatan Fabbian

En Córdoba capital se respira fútbol, mucho más si nos abren las puertas del Estadio Mario Alberto Kempes para hablar con un delantero de selección: “El Cocayo”. Oscar Alberto Dertycia tuvo vida desde adentro con el equipo que fue campeón del mundo del ’86 y una emocionante historia de compañerismo con Diego Maradona en los procesos de los dos mundiales disputados en la Era Bilardo. “El cordobés”, tal como lo llamaban los integrantes de ese plantel que se convirtió en familia, se convirtió en el jugador 23 de aquel equipo campeón en México 1986.

Por entonces potente delantero de Instituto de Córdoba, había dicho presente desde 1984 en los entrenamientos semanales de la selección mayor que se preparaba con mayoría de futbolistas que jugaban en Argentina y jugó parte de la eliminatorias. Quedó afuera de la lista del mundial, aunque era un hombre que pertenecía al seno del grupo: en los años ’84, ’85 y ’86 viajaba desde Córdoba para la preparación semanal de la Selección.

Tal fue el sentido de pertenencia que cuando el equipo se subió al avión hacia México, Dertycia fue el único jugador no convocado que despidió a sus compañeros en Ezeiza. Gesto que iba a tener un premio para “El Cordobés” en el momento que ese plantel llegó a la cima.

Entrenado por Menotti y por Bilardo, su trayectoria con la camiseta albiceleste es más que interesante. En el estadio mundialista de Córdoba y con look de entrenamiento de la Selección Argentina, El Cocayo nos invita a recorrer su rica historia celeste y blanca: “Mi primera convocatoria fue a través de Ernesto Duchini. Debuté en septiembre de 1982 con Instituto en Primera en un partido contra Estudiantes, y al mes siguiente me llegó la citación de la Selección Juvenil. Tuve la suerte de estar los últimos tres meses con Menotti. De viajar a Acapulco, con Goycochea y otros chicos más del seleccionado juvenil. Y salimos subcampeones”.

“Y desde ese primer llamado a la juvenil, ya pasé a formar parte del proceso Bilardo, Pachame, el Doctor Madero y el Profe Echevarria. Salí subcampeón del mundial juvenil México ’83, donde perdimos la final con Brasil 1-0, con Pachame como entrenador. Gol de penal de Giovanni, tras una falta de Cacho Borrelli. Un torneo en el que a Luis Islas le hacieron solo dos goles en todo el torneo. El otro se lo hizo Van Basten cuando le ganamos a Holanda 2-1. Fue una selección muy buena, donde había muchos delanteros de gran calibre: Jorge Gabrich, el Galgo Dezzotti, el Turco García, Alfredo Graciani y yo”.

Qué orgullo pertenecer a la Selección desde tan joven…

Yo tenía 17 años la primera vez que fui convocado, el Turco García 19 años… Debo remarcar el don de Ernesto Duchini para valorar un jugador como yo tras debutar en Instituto y al mes llamarme a la selección. Por la fuerza de mi pegada, la presencia o por la estructura física, veían algo en mí para ser goleador. Y siendo un delantero potente, me abrieron las puertas del seleccionado juvenil. A tan temprana edad, para mi siendo del interior y recién empezando en el fútbol profesional, fue una sorpresa muy grande. Le debo un reconocimiento a mis compañeros más grandes en Instituto que me prepararon como jugador, ellos son el Beto Beltrán, Mastrosimone, el Negro Nieto y Víctor Heredia. Jugadores que me ayudaron para ser el profesional que yo fui en carrera. Y de ahí el orgullo de empezar a formar parte de una selección bajo la supervisión de Menotti que había sido campeón del mundo en 1978 y juvenil en 1979. Luego estuve en el proceso de Bilardo desde 1983 hasta 1989, jugando gran parte como un hombre del interior, algo que era un privilegio como futbolista. Y mucho más meritorio vistiendo la camiseta de Instituto de Córdoba, un equipo del interior del país.

Oscar Dertycia con Carlos Salvador Bilardo entrenando con la Selección Argentina.

¿Cómo fue esa preparación de entrenar todas las semanas con la Selección Mayor?

Los lunes ya estaba en Buenos Aires, entrenaba martes, miércoles y jueves por la mañana. Tomaba el avión al mediodía, iba a mi casa, entrenaba en Instituto nuevamente. Hacía casi tres doble-turno por semana. Con Bochini, Clausen, Giusti, Batista, Pumpido, Islas, el Tata Brown, Ruggeri, Garre… el equipo que después fue campeón mundial. Y eran entrenamientos muy fuertes. El profe Echevarría no perdonaba una.

Después aparecía Bilardo con trabajo táctico, de jugadas y de errores. Conceptos que quedan para siempre y uno valora cuando se retira del fútbol: lo que un técnico como Bilardo te marca. Detalles que durante tantos años se fueron trabajando en un proceso para llegar a ser el mejor y Argentina terminó siendo campeón del mundo. ¿Por qué? Porque llevó adelante un proceso muy importante entrenando con jugadores del fútbol argentino, combinando con unos pocos de afuera que eran Maradona, Pasculli, Valdano y Burruchaga. Eran cuatro los de afuera y en Argentina casi 25 futbolistas por semana de preparación. Entrenábamos martes y miércoles doble turno, jueves por la mañana con la selección y a la tarde en el club. Descansaba el viernes, jugaba con mi equipo el fin de semana y ya el lunes de vuelta a entrenar con la selección.

Por eso te digo que fue un proceso muy importante y muy exigente. Era un trabajo durísimo. porque los días que se hacía partido por la tarde, ya sea en Ezeiza, en el predio de Vélez o en la cancha de River, enfrentábamos a juveniles que te exigían al cien por cien. Y veías a Ruggeri, el Tata Brown, Garre, Giusti y el Checho Batista correr y correr. La verdad que se trabajaba a conciencia. Y los que venían de Europa se adaptaban rápidamente porque llegaban, entrenaban pocos días y ya estábamos jugando Copa América o partidos amistosos en el exterior. Era fundamental para nosotros salir al extranjero y medirnos ante selecciones europeas. Ese proceso significó mucho y por se llegó a ser campeón del mundo.

¿Cómo era compartir con Maradona ese proceso?

Con Diego era algo distinto. Nosotros entrenábamos con el Profe y de repente lo veías a Diego entrenando con los arqueros haciéndolos revolcar y tirarse de un lado para otro. ¡Lo que se divertía él entrenando al máximo!. Y la verdad es muy destacable el trabajo de Fernando Signorini como preparador físico personal. Ya que después del entrenamiento con la Selección, el profe Signorini lo trabajaba específicamente a Maradona y era para sacarse el sombrero. Vos veías cómo lo entrenaba… Nosotros lo observábamos y era un trabajo distinto de alto vuelo. Por eso Diego estaba como estuvo siempre. Verlo entrenar al máximo para estar diez puntos.

Por otro lado, siempre me dolió que cuando íbamos al exterior Diego no podía disfrutar extra. Pumpido, Ruggeri y Guisti hablaban con Echeverría para que Bilardo nos diera el permiso de unas horas para conocer las grandes ciudades en las que jugábamos. Y Diego no podía salir. Se tenía que quedar en la habitación o en el hall del Hotel, por el mismo hecho de que era Diego.

Pero más allá de eso, disfrutar de Diego, verlo entrenar y compartir viajes es algo que le toca a muy pocos jugadores en el mundo. Fui un privilegiado y soy agradecido. Después forjar una amistad con Diego, compartir enfrentamientos en Italia entre Fiorentina y Napoli, hasta tener una lesión tras un choque accidental con él por la Copa Italia, donde después de la lesión se acabaron mis chances de jugar el mundial de 1990. Me quedó la sensación de que podía haber jugado alguno de esos dos mundiales. Pero haber vestido la camiseta de la Selección Argentina y haber compartido con esos monstruos es algo que me da orgullo y aparte Diego fue quien nos abrió el camino en el fútbol extranjero. De tener la posibilidad de ser unos privilegiados y que se interesen por nosotros en ligas que había solo cupo para tres extranjeros.

En Italia, en un plantel había 23 jugadores italianos y 3 extranjeros. Había que ganarse un lugar y respeto. Haber logrado jugar en la Fiorentina contra Maradona por el campeonato y la Copa Italia, fue un realmente un privilegio. Después también enfrentarlo en España cuando estaba Diego con Bilardo de entrenador en Sevilla, mientras yo estaba en Tenerife dirigido por la dupla Valdano-Cappa. Pude disfrutar al máximo esos momentos maravillosos que me tocó vivir en el fútbol. Y tener camisetas que me regaló Diego.

En el museo del Estadio Mario Alberto Kempes, resaltan dos camisetas del Napoli que Diego le regaló a Dertycia. La 16 es espacial, ya que es uno de los pocos partidos que Maradona ingresó desde el banco. Una historia profundizada en esta nota.

“Signorini lo trabajaba específicamente a Maradona y era para sacarse el sombrero. Nosotros lo observábamos y era un trabajo distinto de alto vuelo. Por eso Diego estaba como estuvo siempre: entrenaba al máximo para estar diez puntos con la Selección Argentina”

¿Cómo nace la relación con Maradona?

Desde la época de selección cuando estábamos concentrados en Ezeiza, en Luz y Fuerza al fondo, no el predio nuevo. Venían las familias, mi esposa Sandra tenía buena relación con Claudia, nuestros hijos chiquitos jugaban con Dalma. Compartíamos las concentraciones con Diego, los entrenamientos y los asados. Conocimos a los padres Doña Tota y Don Diego, sus hermanos Lalo y el Turco… Estando la familia de Diego, indudablemente los conoces y se genera un afecto compartiendo mucho momentos.

Después, la relación profesional de juagar en distintos equipos y que él me de la bienvenida al arribar a la liga italiana. Cuando llego a Florencia, después de mi segundo partido, Diego me envió dos choferes con un auto para que yo estuviera presente en su programa del lunes en Nápoles. Así que jugué ese domingo en Florencia, y ya tenía el auto listo con los choferes para llevarme a Nápoles a un hotel. El lunes fuimos con mi señora embarazada y mi hijo Jonatan a la Isla de Capri, y a la noche fuimos al programa de Diego.

Fui al programa y después le dije a Diego: “Me vuelvo a Florencia que tengo que entrenar el martes”. Y él me decía: “No, quédate un día más” (risas). Yo me tenía que volver y entonces los choferes me llevaron. Pero está la anécdota que después en Fiorentina me llamaron la atención porque me fui sin permiso de Florencia a Nápoles. La verdad que no sabía que le tenía que pedir autorización al club, pero no pasó nada. Y valió la pena estar con Diego en su lugar, con la familia, conocer Nápoles, estar en su programa, un recuerdo hermoso.

Después enfrentarnos entre Fiorentina y Napoli, momentos en que me regaló sus camisetas. Y tengo la única camiseta número 16 de Diego cuando jugó de suplente con barba en el partido por la liga 88/89. Un partido que no me voy a olvidar nunca, nosotros íbamos ganando 2-0 con dos goles de Roberto Baggio, la gente pidiendo que Diego entrara, ya que estaba en el banco porque había vuelto tarde de la pretemporada tras una disputa con el presidente (Corrado Ferlaino). Entró en segundo tiempo, primero erró un penal a los cinco minutos, pero en los otros 40 minutos hizo tres genialidades maradonianas y Napoli ganó 3-2. Esa camiseta se la cambié a Diego y es un tesoro que está en el museo del Estadio de Córdoba.

¿En qué partido fue la jugada con Diego qué terminó en tu lesión?

Fue en enero del ’90 cuando jugamos Fiorentina-Napoli en Perugia, porque estaban arreglando el estadio de la Fiore para el Mundial. Tuvimos un choque fortuito y sin mala intención con Diego, donde se me quedaron clavados los tapones de aluminio y me rompo los ligamentos de la rodilla derecha. A consecuencia de eso, me quedé pelado y quedé con este look. Sufrí una alopecia, justo había nacido mi hija Ariadna en esa época. Tuve unos nervios y un estrés por lo que me estaba sucediendo que no supe demostrar.

Fue una lesión que me demandó diez meses volver a jugar y perderme el mundial de Italia 1990, cuando sentía que tenía chances de estar. Fue duro estar solo, me faltaban los amigos, parte de mi familia y mis compañeros del equipo. Ellos venían a visitarme, pero se quedaban cinco minutos y se iban a entrenar. Estar con mi señora y mis hijos en casa tomando mate, lesionado en una situación que no estaba acostumbrado. Y la verdad que no supe cómo sacarme esa angustia de encima y me sacó algo que voy a extrañar siempre que es el pelo (señala su cabeza con sonrisa y un dejo de nostalgia). Pero Dios me dio este look donde me conocen en Italia, en España y Argentina con la pelada.

Después de esa lesión, me preparé física y mentalmente para no lesionarme nunca más y por suerte con buenos resultados. (Pasó a la Liga Española donde jugó en Cadiz y Tenerife).

Hay un gesto de Maradona a raíz de esa lesión…

El partido fue el miércoles, el jueves fui a entrenar pensando que estaba bien pero me dijeron que no, que ya estaba programada la operación para el sábado y justo el domingo jugaba Fiorentina-Napoli por el campeonato. El lunes llegó Diego a Villa Donatello, el hospital donde había nacido mi hija y donde me operaron. Vino de sorpresa con unos presentes, unas camisetas que le regalé a médicos y amigos…

Y me regaló dos relojes Rolex con la firma de él, uno para mi señora y otro para mí, que los tengo bien guardados. Diego tenía esos gestos que eran atípicos, cuando me da los regalos me dice “lo que necesites no dudes en llamarme, que vamos a estar con vos hasta que te recuperes”. Y ese es Diego, así fue Diego: dentro y fuera de la cancha, ayudar y compartir cosas que no todos teníamos.

Hay muchas situaciones que demostraban la calidad humana de Diego. Como cuando estuvimos de gira por Colombia con la Selección, que le llegó un cargamento de ropa Puma que lo vestía a él. Me llama a la habitación del hotel: –“¡Cordobés vení!”, y cuando Diego te llama pasa algo (risas). Voy a la habitación y me pregunta “¿qué número calzas?”, – “9 y ½ bajo y 10 alto” le digo. –“Elegí” dice. Había unos modelos excelentes y sacó dos, uno de cada número. Entonces Diego me retruca: “¡Cordobés llévate más!”… Y entonces finalmente me llevé cuatro pares de botines, un par de conjuntos Puma, buzos y remera. Tenía esos gestos que te descolocaban y hasta uno como amigo tenía vergüenza. Hasta me regaló cuatro bolsos de la marca, porque necesitaba para las cosas que me regaló y otras que me había comprado. Y después yo también aprovechaba para compartir con mis compañeros cuando volvía a Argentina.

Un factor común que predomina en la Selección de esa época es el sentido de pertenencia muy grande y un sentido familiar entre ustedes diferente al resto. ¿Lo vivías así?

Si, más allá de diferencias era un grupo unido y se generaba buena convivencia. Por ejemplo a mi venía Ruggeri, Pumpido, Gareca y el Tata Brown a reclamarme: “Cordobés no te vas a olvidar los salames cuando vuelvas”. Entonces yo me iba a Colonia Caroya antes de viajar a Buenos Aires para llevarle a mis compañeros de concentración. Esa amistad y ese compañerismo en la selección siempre estuvo y éramos muy unidos. Dentro y fuera de la cancha. Lo que pasa es que entrenábamos toda la semana en la selección, y el domingo te tocaba enfrentar a Vélez, San Lorenzo, Independiente, River, Boca, etc… partidos en los que ya sabía cómo pensaban los jugadores más importantes y me los enfrentaba todas las semanas. Cuando eran rivales jugábamos con todo y “eran como enemigos”, pero después nos unía la amistad que era la convivencia en la selección durante tres años seguidos, desde 1983 hasta 1986 cuando da la lista Bilardo del mundial que quedé afuera. Luego se van de gira previo a viajar a México y voy a despedirlos a Ezeiza. En ese momento me vio Julio Grondona y se le piantó un lagrimón, se emocionó por mi gesto y también por cómo éramos como grupo.

Lunes 30 de junio de 1986: Maradona con la Copa del Mundo en Casa Rosada, protegido por Oscar Dertycia.

¿Quiero saber de un llamado a México el día antes de jugar la final?

Tengo la suerte de hablar el sábado con Guisti, Garre, Bochini, Almiron, Ruggeri, Pumpido y el doctor Madero a la concentración. Y me dijeron: “¡Cordobés te esperamos el lunes en Ezeiza con la Copa!”.

Yo estaba en Córdoba con mi señora y fue una emoción muy grande. El domingo festejé la victoria como uno más del plantel y el lunes viajé a Buenos Aires para ir a Ezeiza a esperarlos. Los vi llegar, me subí al bus que los trasladaba a la Rosada con ellos, estuve con la Copa y está la famosa foto en que estoy atrás de Diego sosteniéndolo el balcón de Casa Rosada. Estar con todos los campeones y que me hagan sentir como uno más fue muy emocionante. Lo hice por el sentido de pertenencia de esa selección, el compañerismo… y uno sin darse cuenta se siente también como campeón del mundo por haber formado parte de todo el proceso. Ellos me hicieron sentir parte.

Y gracias a ellos que me hicieron crecer para ser el Oscar Dertycia que fui en el fútbol argentino. Porque enfrentarme a diario con esa gran calidad de defensores, me hizo ser un delantero potente, atrevido, audaz, goleador… porque yo sabía que me tenía que enfrentar a monstruos que ya tenían un prestigio en cada club. Todo eso me llevo a pasar los 100 goles en el futbol argentino, ser goleador en Instituto y Argentinos Juniors. Era el mérito de trabajar a la par de convivir con esos grandes jugadores. Y hasta me di el gusto de ser goleador del torneo con Argentinos. Y ahí se me abrieron las puertas del futbol Italiano.

¿Cómo describís el proceso de Bilardo?

Bilardo es un hombre que siempre voy a poner de ejemplo. De las 24 horas, dormía 4 y las otras 20 estaba trabajando pendiente del fútbol para corregir y mejorar cosas, para que la Selección Argentina no fallará. Sabía que tenía que enfrentar a otras selecciones de nivel y había que ganarles. Un obsesionado del fútbol, que estaba en todos los detalles. Cómo llegar a un hotel después de siete horas de viaje y entrenar en los pasillos del hotel… o en los jardines de algunos hoteles que quedaban destruidos porque entrenábamos ahí muchas veces.

Para lograr el objetivo de ser goleador del torneo en 88/89, tuviste que pausar unas semanas la selección, ¿Cómo fue ese pedido a Bilardo?

Le pedí un permiso a Bilardo. En ese momento algunos periodistas salieron a decir que yo había renunciado a la selección. Pero nunca renuncié. Nunca quise renunciar ni se me hubiese pasado por la cabeza. Carlos decía que el jugador que está en buenas condiciones futbolísticas en su equipo, iba a ser llamado a la selección. Y en ese momento yo estaba afilado y era el goleador del fútbol argentino. Entonces fui a hablar: “Carlos le pido permiso un mes para salir goleador del fútbol argentino y después volver a la selección”. Eso fue lo que le pedí, permiso por un mes para lograr ser goleador y volver a reincorporarme. Muchos lo tomaron como una renuncia, pero yo en ningún momento pedí la renuncia. Pero después de eso no volví a entrenar y justo me voy al fútbol italiano.

Y en el mejor momento que estoy jugando en la Fiorentina con ocho goles en el campeonato, yo sabía que Bilardo llegaba el 30 de enero a Italia para ver a los jugadores que estaban allí e iba a hablar personalmente. Pero justo tuve la famosa lesión. Pero siento orgullo de los procesos que pude estar en la Selección Argentina.

¿Te dolió más quedar afuera del Mundial de Italia ’90?

Seguro, porque estaba en un momento muy bueno. En Europa al mismo tiempo que otros compañeros de la selección. Diego en Napoli, Dezzotti en Cremonese, Dartycia en la Fiorentina, Balbo y Sensini en el Udinese, Néstor Lorenzo en el Bari, Pasculli en el Lecce, Caniggia y Troglio en el Verona… Te imaginas que uno como argentino sabía que Bilardo iba a vernos a todos para ver como estábamos y en mi caso en el mejor momento ya acostumbrado al ritmo del fútbol italiano. Entendía los conceptos del juego en Italia, llevaba ocho goles, compartía equipo con jugadorazos como Roberto Baggio y Dunga; enfrentar al Milán de Van Basten, Ruud Gullit y Frank Rijkaard, los tres holandeses; y al Inter de Lothar Matthäus, Jürgen Klinsmann y Andreas Brehme, los alemanes. Tenía un nivel competitivo altísimo.

Ante esos equipazos y la poderosa Juventus de Platini, solo Maradona con un equipo que no es potencia puede ganar dos Scudettos. Desde una visión futbolística era más meritorio que hoy ganar una Champions League con un equipo grande. Y de un panorama de la grandeza de lo que era Diego: ser campeón en una liga de 38 partidos enfrentando a esos equipos…

Exactamente. Lo que sucedía es que tenerlo a Maradona es tener un as en la manga y sabías que tenés un gol extra siempre. Y además los jugadores se potenciaban al lado de Maradona y era lógico, porque jugabas con el número uno. Entonces si tenés correr diez metros más, vas a correr treinta metros más, por Maradona y por el equipo. Así el Napoli fue creciendo a nivel futbolístico y competitivo para conseguir el Scudetto, la Copa Italia y hasta la Copa UEFA. Eso tenía que suceder porque el número uno te lleva a esos niveles, a exigirte, a prepararte y a mentalizarte para conseguir esos objetivos. Y a esos lugares solo te puede llevar un número uno como lo era Diego.  Mirá como le costó a Van Basten, Gullit y Rijkaard. Mientras Maradona tenía otro grupo que fue potenciando con jugadores como Gareca y Alemao, donde contaban con el argentino que contagia la mentalidad ganadora. Eso tenemos los jugadores argentinos registrado: la mentalidad. ¿Por qué? Porque viene de potrero y porque le agrega siempre un plus extra y mucho más Diego. Si lo hacía Maradona al cien por cien. Vos tenías que estar al doscientos por ciento, porque él te obligaba a exigirte cada vez más. Por eso el mérito de sus compañeros de cumplir y estar a la altura que exigía el Napoli con Maradona como líder. Por eso se potenciaban cada vez más.

Dertycia junto a Maradona en la Selección. Con la camiseta argentina, el cordobés jugó 18 partidos y marcó 2 goles.

¿Cómo era estar con el Diego compañero fuera de la cancha?

Recuerdo una anécdota en París, donde salimos del hotel a entrenar a unas canchas y estaba nevando, entonces Diego se puso al costado como un nene y arrancó a tirar bolas de nieve, lo siguieron Pumpido y Ruggeri. Fueron muchos momentos que viví y en los que vi disfrutar a Diego de las concentraciones con la Selección Argentina. Siempre estaba feliz de viajar para defender la camiseta argentina. Es el número uno, pero no tenía las posibilidades que teníamos nosotros en cada viaje, de poder disfrutar ir a un shopping, un cine o pasear. Ya lo vivía desde antes de ser campeón del mundo. Uno lo veía y es doloroso como compañero. De estar en una gira larga, y tener que ir a verlo solo en la habitación del hotel, en el entrenamiento o en las comidas, porque no podía salir.

Era Maradona y el resto, nosotros acompañábamos. Tenía el don de ser el número uno, todos los privilegios, todo lo que le dio el fútbol. Pero ser Maradona le quitaba la posibilidad de poder ir a tomar un café con un amigo, con un director técnico o su representante. Siempre estuvo privado de eso, toda su carrera y hasta sus últimos días. No tuvo en ningún momento la posibilidad de salir caminando por una peatonal libremente. El hecho de ser Maradona siempre generó una exposición de ver lo que hacía Diego, pedirle una foto o solo saludarlo para expresarle cariño y felicitarlo.

¿Cómo lo describís como líder?

Todo lo que pude disfrutar con Diego es un honor. Ser su compañero, su colega futbolístico y nos abrió muchas puertas. Como líder, no hay palabras. Sin dudas un líder positivo que te llevaba a poder conseguir todos los logros. Por más nivel bajo o limitaciones que cada uno tenía, él te hacía crecer para llegar ser un número uno a la par de él. Te motivaba para estar al máximo. Por eso alrededor de él quedó todo un equipo en lo más alto al ser campeón del mundo. Porque dentro y fuera de la cancha te potenciaba todo el tiempo por estar con él. Eso lo tienen solo los líderes y en eso también Diego fue el mejor.

El número uno: con su magia, su personalidad, su humildad y su respeto. Darlo todo y conseguir lo que se proponía por todo lo que él significaba. Él te demostraba que puertas adentro éramos todos iguales, pero había que jugársela por el equipo como hacía él y era el ejemplo. Estaba muy avanzado mentalmente y su cabeza en el sentido del juego. Siempre sacó diferencias, te armaba tres jugadas en un segundo, donde el resto tenía en mente una jugada en diez segundos. Él en su cabeza ya tenía todo direccionado y las posibilidades para cada movimiento. Un mago.

Repito que tenía un don, ese panorama y esa mentalidad ganadora. Eso de llevarse el mundo por delante y conseguir los objetivos con un grupo convencido detrás de él. Que el grupo también se convertía en número uno, porque en cada logro, estaban los otros que rendían en un nivel altísimo, potenciados por tenerlo a Diego. Inconscientemente te pones a la altura de él, porque lo querés proteger, porque lo querés cuidar, porque es nuestro, porque lo mimas y lo necesitas. Y él te necesita. Con ese cariño y con ese amor futbolístico de no dejarlo en banda. No podés dejarlo en banda, porque él te exige y él te obliga a querer conseguir un título. Y lo conseguís porque tenés al lado a él, un número uno, que daba más de lo que tenía. Y eso te obliga a exigirte más y estar al doscientos por ciento. Si Maradona tenía esa entrega, el resto teníamos que doblegar esfuerzos, potencia, recuperación y talento. Porque él ya lo tenía. ¿Sino cómo llegamos a estar a la altura de él? ¿Cómo uno no iba a estar preparado físicamente, mentalmente y futbolísticamente sí tenés al número uno?

Lo veías a Diego que entrenaba al máximo con los botines desatados, y si lo hacíamos el resto nos caíamos. El hacía jueguitos, pensaba jugadas y tiraba paredes. Un nivel de concentración al máximo dentro del campo de juego. Lo que soñaba y disfrutaba con una pelota de fútbol. Imagínate que lo hacía con una bolita, con una pelota de ping pong, con una de golf y con una de tenis… con la pelota de fútbol hacía desastres. Te contagiaba y ponía la vara al máximo. Por eso ese equipo del ’86 fue magnífico.

Diego fue el número uno: con su magia, su personalidad, su humildad y su respeto. Darlo todo y conseguir lo que se proponía por todo lo que él significaba. Él te demostraba que puertas adentro éramos todos iguales, pero había que jugársela por el equipo como hacía él y era el ejemplo.

¿Qué te pasó cuando te enteraste su muerte?

Un golpe durísimo. Pensaba que no podía ser. Hasta que después de un rato viendo la noticia en todos los canales, lo aceptas. Pero no caía al principio. Decía: “A Maradona no, Maradona es fuerte, va a salir de esta”. Fue una tristeza muy grande y queda su leyenda. Uno cree que se va al cielo a juntarse con otros compañeros que lo están esperando.

Todos pensábamos que salía de esta situación, y no salió. Duele mucho. Es una amargura enorme. Pero a uno le queda poder recordarlo con la alegría de haberlo conocido, ser compañero, compartir viajes, haber jugado en contra y tener regalos valiosos de él como jugador de fútbol. Es impagable. El privilegio y la virtud de compartir experiencias con Diego, como las tuyas que viviste por el mundo como periodista de sentirte como un jugador más al tener anécdotas con él.

Fue nombrado el mejor jugador de la historia de los mundiales…

Lo que significó un gol con la mano en un mundial. Y hacer goles clave en momentos difíciles en circunstancias del juego en donde solo Maradona lo podía hacer. Coronar en mundial de 1986 con esos goles que hasta el día de hoy y en posteridad se van a seguir comentando. Por otro lado, el Mundial de 1990 va a quedar en el recuerdo también de todos, ganarle a Brasil e Italia traspasó el significado de ser o no campeón, ya que a más de uno se les cae una lágrima de emoción por esas victorias imborrables.

¿Cómo se siente gritar un gol con la camiseta argentina?

Hice goles con la selección juvenil en el mundial de México, después en los Panamericanos de Indianápolis (1987) que logramos la medalla de bronce y en el preolímpico de Bolivia clasificatorio a los Juegos Olímpicos de Séul. Y los dos goles que hice con la Selección Mayor. Inolvidable mi primer gol que fue a Suiza (en Berna) arrancando en la mitad de la cancha en un partido que ganamos 2 a 0. Mi segundo gol fue ante Arabia Saudita en Australia.

Hacer un gol con la Selección Argentina es lo máximo. Yo sentí un orgullo impresionante y te estoy hablando de otros torneos y de amistosos. Imagínate lo que debe ser hacer un gol en el mundial y salir campeón. De los 215 goles que hice en mi carrera, los pocos goles que hice con la Selección tienen un sabor especial y quedan aparte por encima de todo. Son goles que los festejaron 20, 30 o 40 millones de argentinos.

¿Qué significa haber vestido la camiseta de la Selección Argentina?

Un orgullo, una satisfacción. La felicidad que de tan joven tener la posibilidad de defender los colores del país es el sueño de todo jugador profesional. Tiene un significado de la personalidad y el trabajo que uno hace para llegar a lo máximo. Quiere decir que algo tenés para demostrarle y darle al deporte de tu país: no solo por ser jugador de fútbol, sino porque vas a defender la celeste y blanca. No hay palabras que dimensionen la satisfacción personal y el sentimiento de escuchar el himno argentino vistiendo la camiseta de la selección. Estas defendiendo a todo el fútbol argentino. Es un privilegio.