LA OTRA CARA DE LA SELECCIÓN

EN BUSCA DE SU MEJOR VERSIÓN
La mueca de Alejandro Sabella denotaba más disfrute que sufrimiento, por primera vez. Contrariando una de las más remanidas “máximas” futboleras, la que reza “equipo que gana, no se toca”, el entrenador del seleccionado argentino había resuelto cambiar piezas y estrategias para que la ilusión pudiera salir ilesa luego del choque ante Bélgica. A pocos segundos del pitazo inicial, el primer plano de la TV lo mostraba sereno, confiado en una decisión no exenta de riesgos, que podía convertirlo ni más ni menos que en el padre de la derrota. 
La vigilia previa a los cuartos de final quizá lo había hecho entrar en razones y entender, por primera vez desde su arribo a Brasil 2014, que lo suyo no era tratar de agradar, ni hacia afuera ni hacia adentro. El devenir de los 90 y pico minutos de juego -con los ajustes del caso que iba exigiendo el trámite del juego- le terminarían dando la razón, reivindicando su rol de conductor. Consumada la victoria ante los belgas y el regreso a semifinales luego de 24 años de espera, Lionel Messi y su festejo pleno de alegría se robaron todas las cámaras. Atrás quedaron aquellos gestos adustos, oscilantes entre inconformismo y el desahogo, con los que el capitán argentino había acompañado los éxitos anteriores. 
“Me tocó hacer otro partido, uno al que no estoy acostumbrado”, reconoció “La Pulga” en los vestuarios del Mané Garrincha de Brasilia, ya con la mira puesta en Holanda. No hubo reproches esta vez. El “10” de Argentina parece tener en claro que, al menos en esta etapa decisiva de la Copa del Mundo, la ecuación ganadora parece contrariar los antecedentes de un conjunto que mostró sus mejores pasajes cuando se puso al servicio de su máximo talento. 
El héroe, esta vez, se llamó Gonzalo Higuaín. Cuando la transmisión oficial lo mostró por primera vez, “el Pipita” infló sus cachetes, como buscando descargar las tensiones que le generaba su desencuentro con el gol. Se sabía en deuda, más allá de que las computadoras de la Fifa le habían hecho un guiño, al haberlo señalado como el jugador con mayor despliegue en el partido anterior. Pocos minutos más tarde el delantero del Napoli de Italia soltó un grito que quedará marcado en la historia. Cambió el semblante el seleccionado argentino, que ahora va en busca de la felicidad total. Y eso que todavía no mostró su mejor cara.

Hugo Caric

@HugoCaric