RECUERDOS 
Río 2016, mis juegos

 

“Un Juego Olímpico es distinto a todo. No competís contra el otro. Uno compite contra uno mismo. No se trata de ganar o sacar tal medalla. Se trata de superarse a uno mismo. Lograr tu máximo rendimiento, hacer el mejor de tus tiempos, llagar a tu mejor marca, sentir que con tus compañeros elevaron el nivel colectivo… Eso es el objetivo en un Juego Olímpico: sentirse a tope de rendimiento y ganarse a sí mismo”.

Palabras más, palabras menos, esa era la reflexión que me transmitía Sergio Santos Hernández, en medio de una charla de dos horas un domingo por mañana en la confitería Boston de Mar del Plata recién llegado de Beijing 2008. Lo que me decía el Oveja -entrenador del seleccionado argentino de básquet que ganó bronce en esos juegos-, yo francamente lo sabía y pensaba así, aunque explicado con su claridad y su discurso expresivo me quedó impregnado en la memoria. Y desde allí me remito a esa conversación cuando me toca describir parte de mi locura olímpica, deportiva y periodística.

Río 2016 se avecinaba en mi calendario, y personalmente no llegaba con la preparación previa que a mi gusto ameritaba. Algunas complicaciones inesperadas en  eventos pegados, que si bien fueron muy exitosos en lo personal y laboral como Final de Copa del Rey, de Champions y de Copa América, me quitaron tiempo de planificación y dejaron secuelas por varios costados. Río estaba a la vuelta de la esquina, y aunque no con la preparatoria deseada, sentía que al pisar terreno olímpico todo quedaba atrás.

Intuía, en lo personal, que iban a ser unos juegos del carajo. Aunque no conocía los factores que lo iban a desencadenar. Pero algo me decía que iba a ser abismal. Era Río, mi segunda casa, hoy puedo decir tal vez mi primera periodísticamente, gracias al nivel de eventos en los que forme parte en Cidade Maravilosa: Jornada Mundial de la Juventud 2013, Mundial Brasil 2014 y estos Juegos…

Que sea en Río daba un plus, y en mi cabeza otra responsabilidad.

Un Juego Olímpico es distinto a todo. Atrás quedaba mi paso en torneos mundiales de fútbol, tenis, básquet, vóley, hockey, rugby, copas américa, preolímpicos, copas Davis, derbis españoles, clásicos italianos y hasta el mismísimo Londres 2012. Todo ese combo frenético, hermoso, excitante e intercontinental, no aplicaba para sentirme tranquilo ni experimentado. Estaba nervioso como si fuese mi primera cobertura relevante. Así lo viví antes de salir de casa, en el aeropuerto y antes de llegar a Río de Janeiro. La adrenalina y el famoso espíritu olímpico navegaban sobre un mar mental que ya recibía saltos ornamentales. Así lo sentí y entonces traté de estar más lúcido que nunca. Se venía algo muy groso.

Todos los reproches, mis bardos mentales y físicos previos, desaparecieron al despertarme el primer día en Grajau, mi casa en Río -cerca del Maracaná y del Estadio Olímpico Engenhão-. El hogar de mis amigos Dani y Vinicius otra vez fue trascendental en la historia, para sentirme en Brasil como me sentí ya en la Copa 2014 y hoy tras los Juegos. Teniendo opción incluso de alojarme en Barra a cinco kilómetros del Parque Olímpico, prioricé no experimentar nueva habitación. Preferí esa tranquilidad de estar en la que siento mi casa, fundamental para tres semanas en las que uno duerme muy poco y come igual de poco. Retomando, amanecí en Río con un golpe de energía muy especial… ya me vibró el body con una sensación distinta: olímpica y carioca.

Sin embargo la vara estaba muy alta en lo personal. Mis Juegos en Londres habían sido fantásticos e indiscutidos en primer lugar de mi historia periodística hasta llegar acá. Y eso también era una presión. ¿Cómo volver a lograr eso? “Tal vez mantenerlo es un golazo –me dije una noche-, aunque me encantaría superarlo. No soy el mismo, tengo más herramientas en cuatro años, pero también hay diferentes escollos ahora. Tengo que elevar esa vara, ¿cómo mierda voy a hacer? Ahí está el desafío”. Pensé eso y obviamente se me vino a la testa la charla con el Oveja. Y sí: en un Juego Olímpico lo que vale es superarse a sí mismo.

Lo que aconteció es que Río 2016 me llenó. Con equivocaciones y aciertos, llegué a mi plusmarca y la batí. Tengo una vara más complicada en Tokio 2020. Pero ahora no quiero ni pensarlo. Ahora lo que vale es encontrar porqué fue tan fuerte esto y agradecer a los actores que tuvieron vital importancia para que mis juegos sean olímpicamente de puta madre.

Previo al arranque y luego de haber pasado varias tardes recopilando data en el Centro de Prensa del Parque -conocido como MPC-, opté por ir el jueves 4 de agosto a Deodoro. El complejo está lejos de todo, pero es el lugar de hockey, rugby seven, básquet femenino y BMX, entre otras disciplinas.

Esa parada marcó tendencia: encontré a mi amigo Bici Querejeta y a su hermana María, dos genios argentinos que estaban en el comité organizador de esa sede. Era el día anterior al comienzo de los JJOO y me encontré viajando con Las Leonas en el bus de la delegación hacía la Villa Olímpica gracias a mi amigo. Un viaje de 45 minutos y estaba en la puerta de Vila Olímpica, ahora tenía que entrar cueste lo que cueste. Entonces ahí por motus propio “validé” mi acceso y me metí en el barrio de los atletas. Impensado, improvisado y bien aprovechado. Divino cambio de planes. Elegí no asistir al partido de fútbol que luego Argentina perdió con Portugal, y me quedé haciendo entrevistas con algunos deportistas y participé de la recepción oficial de delegaciones como las de Chipre, Vanuatú, Tuvalú, Puerto Rico y otros países que encima me fascinan.

Tras la ceremonia inaugural, que dormí “en casa” porque el Maracaná me quedaba cerca, el sábado partí  rumbo a Deodoro para ver a Los Leones. Dificultades en el transporte, un factor en que varias veces hizo agua la organización, hicieron que me demore más de lo previsto y una larga caminata me hizo llegar al partido con Leones abajo 1-3 ante Holanda. Fue mi primer Transmisao Ao Vivo y grité los dos goles del empate. Fue 3-3 ante una potencia y sentí que iban a ser mis juegos.

Una anécdota, a los veinte minutos de finalizado el partido me meto casi en el vestuario en zona exclusiva de jugadores, le hago una entrevista a Lucas Vila y bajo el calor sofocante le pido que me tire un agua. Él entra y vuelve: “¿Agua o energizante?”. Le contesto Powerade y me dice en joda: “¿De qué gusto? Jajaja”… Y me tira directamente la azul. Faltaba que me sirva una copa de vino. Un crack. Esas pequeñas cosas, gestos, que en un Juego son gigantes las estaba viviendo desde el Día 1.

Como si fuese una señal, más tarde me lo recordaría un amigo, luego entrevisté al Chapa Retegui en una conversación casi de café con el cuerpo técnico mientras analizaban a Bélgica en la cancha ante Gran Bretaña. Bélgica, que diez días después fue el rival del oro. Como si el destino estuviese escrito. Tras 15 minutos de charla, el Chapa añade: “Apaga dale déjate de hinchar las pelotas que tenemos que seguir analizando”. Hoy lo miro y pienso que fue magistral ese momento.

Horas más tarde del mismo Día 1 me encuentro ingresando a una conferencia de prensa en el Parque Olímpico -a una hora de Deodoro-, de una petisa con una medalla de oro colgando a quien conocí en su casa ocho años atrás. Verla tan feliz a Paulita, que me mire con complicidad cuando ingresé, observarla con una sonrisa gigante y yo haciéndole señas de que es una genia fue otro momento de éxtasis olímpico.

“Alegria não tem fim”. Desde allí pasaron mil imágenes y sucesos de un Juego Olímpico bestial. Y gran responsabilidad de eso fue haberme cruzado con gente a la que quiero mucho y a otros que conocí en medio del vértigo olímpico que tiramos paredes y gambetas que terminaron siendo el motor de que mis juegos sean lo que fueron: la cobertura más descomunal que realicé hasta entonces.

Jugar en equipo hizo la diferencia. Así como pienso que llegué no como quería, en pleno Juegos me sentí a tope, sin parar, descansando casi nada pero siempre hiper motivado. Mucho de esto, además de la magnitud de las competencias,  tuvo que ver la gente que me rodeó. En muchos casos con diferentes responsabilidades en cada partido/lugar, pero siempre “jugando en equipo”, mejorando el nivel del otro. Para hacer una simbólica comparación, fue como el equipo del 86 que llegó criticado y no en su nivel a tope, pero se formó el grupo en México y todos jugaron en su mejor nivel en la Copa.

Así me pasó a mí, tuve mi dream team con el que compartí más de dos semanas inagotables y que fueron una descomunal fuente de creatividad … y nuestros momentos luego de jornadas inacabables e inexplicables se resumían en una expresión:  ¡Alegríaaa!

Gente que me hizo rendir lo mejor de mí y sentirme como el Diego jugando Mi Juego. Y se los debo agradecer, dando pases mágicos o con gestos, siempre de importancia, son responsables. Empezando primordialmente por Lu, Paulita, Mick, Flako, Bici, Santi… siguiendo por  Naty, María, Lucía, Flecha, Martín, Gusti…Todos actores preponderantes en lembranças olímpicas memorables en Barra, Deodoro, Copa, Engenao y “Maraca”. Más otros amigos que cruzaba en algunos estadios que me fueron llenando el tanque de felicidad.

Fueron miles momentos, tantos que hago cuentas y no me cierran los números en los días que van del 5 al 22 de agosto. Mal y pronto, sin chequear,  repaso que dormí 4 veces dentro de la sala de prensa del Parque Olímpico, dos en complejos de Barra, once en casa… Fui 14 veces al Parque, 6 a Deodoro, 4 al Maracaná, 3 al Maracanazinho, 2 a Copacabana y creo que 5 al Estadio Olímpico Engenao.

Me llevo memories imborrables. Como cruzarme en un partido de handball con gente que no veo hace tiempo pero que quiero un pedazo y sacarnos fotos como un reencuentro de ex compañeros de colación.

El abrazo casi de llanto que nos dimos con un amigo cuando le estábamos “rompiendo el orto” en básquet a Brasil en su casa y con un clima muy hostil (perdón por la expresión pero se sintió así)…  Y a los veinte minutos, tras una corrida exorbitante, el inolvidable apretón emotivo con un amiga cuando Delpo batió a Nadal en un match pletórico… Esa jornada del sábado 13 fue orgásmica.

La última de Bolt, la de 4×100, que compartí con otra amiga, ambos extasiados de adrenalina sabiendo que lo que veíamos era historia de verdad. Luego terminar saludando a Bolt en zona mixta y entrevistando a Yohan Blake con quien tengo una estima especial… jajaja… Detalle fantástico: Yohan no lo sabe, pero tras un saludo con él saliendo de la fiesta inaugural de London 2012, logré el ingreso que venía siendo esquivo en la opening y resultó ser fantástico.

¿Qué más? Entre mezcla de emociones, tengo imágenes en mi cabeza de hockey, básquet, vóley, handball, Paulita, Gonza Peillat, Luquitas, Chapa, Delpo, Emma Lucenti, Oveja, Manu, Luifa, Chapu, Chapa, Velasco, Lucho De Cecco… muchas finales de natación y atletismo, Phelps, Bolt, Thiago Braz, Wayde van Niekerk… gimnasia artística con Simone Biles, saltos ornamentales, tenis, gimnasia rítmica, esgrima, rugby seven, judo, BMX… Ah, fútbol y otra final vivida en el Maracaná. Muchas entrevistas, muchos videos, muchos Lives, muchas fotos, muchos Arenas, muchos traslados, muchos eventos, mucho trabajo del bueno, mucho deporte… y mucha vida.

“Algunas veces deberás morir un poco para renacer. Y levantarte de nuevo en una versión más fuerte y más sabia de ti”. Tal vez eso sea un poco la explicación de la superación personal y de la valoración de cada instante fuerte en cada historia. Y mi historia #Rio2016 fue muy grosa. La frase de Ave fénix, me pintó una antigua situación de mi vida y es como una motivación casi innata que me acompaña ante cada momento cumbre. Hace diez años me di un palo casi mortal, previo a un mundial en Germany -que obviamente me dejó fora do jogo-, y desde allí adopté esa lección. Creo me la tomé un poco a pecho. Desde allí no paré.

Unos Juegos en los que, teniendo algunas posibilidades externas para sentarme a dialogar que no me cerraron, elegí dedicarlos exclusivamente para Mundial De Fondo y solo colaborar con radios de gente que aprecio. Porque así como llevo los colores de Argentina en la piel, tengo en sentido de pertenencia de mi web, el espacio que más me hizo crecer y es mi lugar en las redes. Y gracias al laburo desde Baires de mi gran amiga Tami, la rompió en otro juego olímpico, y al de mi amigo Ger, metió varios pases-gol, podemos decir que en MdF hicimos una cobertura de los JJOO de la hostia.

Finalizando este testamento, además de imágenes imborrables, me guardé testimonios de jugadores relevantes que hicieron que en este fuerte torneo en el que jugamos todos los días finales, nos hayamos colgado el oro. Integrantes de mi vida olímpica que con sus palabras, me llenaron el alma y me pusieron la dorada.

“Sabelo te quiero mucho, la verdad que fuiste con quien más me gustó compartir los Juegos junto a otra amiga, por más que no te hayamos visto mucho. La verdad que fuiste el amigo que yo sabía que eras a la distancia y fue genial los momentos que nos cruzamos”. (Pau)

“Querido hoy no nos vimos durante la jornada (sábado de victoria en básquet y tenis), pero quería felicitarte por tu vaticinio cuando te levantaste a la mañana después de dormir en un colchón muy polémico y con una frazada de nylon como almohada. Dijiste que iba a ser un gran día y deportivamente lo fue. Así que brindo por eso: ¡Salud mi viejo! No sé dónde andarás, pero te mando un fuerte abrazo”. (Santi)

“Boludo ese momento olímpico que vivimos juntos quedó para la historia de nuestras vidas, como lo que ha hecho nuestra Generación Dorada” (Flako)

“Compartir los juegos con vos fue increíble. Lo disfruté muchísimo y tengo mucho por lo que agradecerte. Me sentí muy feliz y te quiero de verdad”. (Lu)

¿O que mais posso pedir? Tiramos paredes, cabeceamos los centros, metimos aces, passing shots, saltamos obstáculos, nos la dimos con bandas asimétricas, corrimos como velocistas, pero siempre jugamos en equipo y nos subimos a lo más alto del podio.

El eslogan “Alegria não tem fim” no es tan cierto, tiene algo de sanata. Porque les puedo asegurar que la alegría tuvo fin el lunes post Juegos cuando pisé el Parque Olímpico y estaba vacío.  Y vacío estaba yo al comprobar que el show había terminado, y ver como mis amigos mandaban whatsapp desde aeropuertos. Un vacío enorme. Pero también la prueba de todos los momentos que me, y nos, hicieron felices en Río de Janeiro.

“Cituis, altius, fortius”… Así me sentí todo agosto inmerso en esta locura olímpica. Así me lo hicieron sentir las personas parte de esta historia. Y también me sentí parte de la familia olímpica en diversas situaciones, como el abrazo con Oveja cuando nos encontramos, las miradas cómplices que cruzamos con Paulita, las charlas con Luquitas Vila, el saludo emotivo con el Chapa, y muchos gestos más.

“Más rápido, más alto, más fuerte”… Lo que no tuvo, tiene, ni tendrá fin, fue como nos sentimos y lo muy felices que vivimos en #Rio2016. Nos sentimos a tope de rendimiento y batimos nuestras plusmarcas.

@JonyFabbian