ARGENTINA SUBCAMPEÓN 
8 de julio 1990: La noche que D10S lloró

Por Jonatan Fabbian

Alemania Federal, tal vez, justa campeona mundial. Seguro, injusta vencedora de la final. Un ambiente hostil, contaminado por el público en contra de un equipo, el argentino, que justamente había dejado afuera del mundial al anfitrión, Italia, y arruinado su fiesta en 1990.

Tan hermoso y cruel es el fútbol, que en una copa del mundo que nos dio a los argentinos las mayores alegrías en un torneo en la historia, también nos hizo masticar el sabor más amargo. De ganarle a nuestro máximo rival -Brasil-, de eliminar a una potencia de las más fuertes en su casa -Italia- a perder con una decisión arbitral controvertida, con un público silbando el himno argentino con fuerza… y con ese público sonrojándose con un equipo derrotado de una manera teñida de oscuridad.

Pero ahí estaba él, quien festejó y lloró de alegría cuatro años antes. Ahora llorando de tristeza delante y contra todos los que disfrutaban su pena, pero su amor por la insignia celeste y blanca siempre fue más que su ego. No le importó putear cargado de bronca cuando nos silbaban el himno antes de arrancar la final; tampoco mostrarse derrotado y desolado viendo cómo otros se llevaban lo que él había ido a defender: ese torneo ganado y los valores de un plantel que jugando bien como cuatro años antes, o no tan bien como en ese torneo, siempre priorizó el equipo y la defensa “a muerte de los colores argentinos”. Ese sentido de pertenencia por la bandera.

Soy argentino, este es mi himno, no me voy a bancar que me lo silbes en mi cara. Yo en la tuya y para que lo vean tus pantallas, te voy a insultar… en tu casa.

Ahí estaba él, sin ocultar su llanto irreversible por una batalla pérdida 90 minutos más tarde.

Ahí estaba él, sin esconder su dolor ante todos los que querían verlo en el piso…

Ahí estaba él, nunca en el piso, siempre con la frente bien alta orgulloso de defender a su país y a su equipo. Sin importarle que lo vean abatido en todo el mundo.

En la pantalla del Estadio Olímpico de Roma, lo enfocaron y la silbatina volvió a explotar.

Entonces aparecieron ellos, un doctor en conducción y sus compañeros de equipo, para evitar que todo el estadio goce con sadismo el llanto y el dolor del capitán.

La derrota fue injusta. Argentina no ganó el mundial, no retuvo la copa. Pero Argentina coronó otro título en su historia: quedó en la memoria de todo el mundo del fútbol.

Bajo el cielo romano, retuvieron el orgullo como cuatro años antes.

Esa noche estaban ellos representándonos en el olímpico, unidos en la derrota tanto como en la victoria Azteca.

Él, Diego Armando Maradona… Ellos, el Doctor Bilardo y los cuidados de un señor equipo: la Selección Argentina de fútbol.

Caniggia, Ruggeri, Burruchaga… Un equipo que eliminó a Italia, arruinó su fiesta y pasó a la posteridad para el pueblo argentino.