GP DE IMOLA Colapinto 16°: un regreso prolijo y veloz en la Fórmula 1
En un fin de semana cargado de emociones, Franco Colapinto volvió a competir en la Fórmula 1 y dejó su huella en el mítico trazado de Imola. El Gran Premio de Emilia Romaña fue escenario de una carrera de contrastes para el pibe de Pilar, que pasó de coquetear con los puntos a recibir una orden de equipo que lo relegó en el clasificador. A pesar de eso, cerró un domingo positivo, en el que demostró que tiene lo necesario para quedarse en la máxima.
La historia arrancó torcida desde el sábado, con un fuerte accidente en la clasificación que obligó a Alpine a reconstruir el monoplaza. En la vuelta de formación, Colapinto no se olvidó del equipo: “Gracias por el laburo”, dijo por radio. Apenas se apagaron las luces, perdió dos posiciones, pero se mantuvo entero en medio del pelotón. En la vuelta 9, un susto en Rivazza puso los corazones en la boca: mordió la leca, pero controló con destreza y siguió sin consecuencias.
A base de ritmo y una estrategia inteligente, el argentino trepó hasta el 8º lugar en el giro 17, aprovechando las paradas ajenas. Pero tras su ingreso a boxes, volvió al fondo. En la vuelta 33, protagonizó su primer sobrepaso del día al adelantar a Esteban Ocon en la recta principal. El momento más caliente llegó poco después, cuando el equipo le pidió que deje pasar a su compañero Pierre Gasly. Franco acató la orden y volvió a caer al 16º puesto, donde terminaría la carrera.
Ni el ingreso del auto de seguridad ni el cambio a neumáticos duros en las últimas vueltas le permitieron recortar terreno. Intentó hasta el final, pero no pudo superar al canadiense Lance Stroll. “Fue una carrera difícil. El objetivo era terminar y sumar experiencia. Me complicó bastante el VSC, justo después de mi parada”, declaró postcarrera, con esa mezcla de bronca y aprendizaje que lo caracteriza.
Colapinto no sumó puntos, pero sí confianza. Fue competitivo, manejó con inteligencia y no desentonó en un pelotón plagado de figuras. Su rendimiento lo pone en el radar: cada vez que se sube a un F1, deja claro que no está de visita. El domingo que viene, en las calles de Mónaco, puede tener una nueva chance. Y si la tiene, sabé que va a ir por más.
Además, su adaptación al auto fue notable teniendo en cuenta que largó con lo justo, sin haber completado una clasificación limpia ni una práctica extensa. El ritmo que mostró en tanda larga dejó buenas señales en Alpine, que lo sigue de cerca como parte de su academia. Cada kilómetro suma, y Franco lo sabe. Imola fue una lección de temple, obediencia y hambre. No se llevó trofeos, pero sí una ovación silenciosa: la del público que empieza a verlo como futuro.