ENTREVISTA A PAULA PARETO

“En esos diez segundos perdí dos años de vida”
 
Así describe La Peque, los nervios que tuvo mientras los jueces dirimían a quién le daban los puntos en la lucha de judo que le significó ganar la medalla de bronce.

(Nota realizada en agosto del 2008, a su regreso de Beijing)

Tan transparente, espontánea e inteligente como se la vio actuar sobre el tatami, es como Paula Belén Pareto se pone a relatar con lujo de detalles las experiencias que vivió en los Juegos Olímpicos Beijing 2008, a los que clasificó tras lograr el quinto puesto en el mundial de judo realizado en Rio de Janeiro el año pasado.
La tarde del 9 de agosto en el gimnasio de la Universidad de Ciencia y Tecnología China, significó un premio para “Paulita”, una petisa de 1.50m y 48 kilos que escribió una página importante para el deporte argentino.
Comenzó a practicar judo a los nueve años cuando su padre se lo aconsejó a ella y a sus hermanos como defensa personal. Amante del deporte, ella se fue encariñando con los entrenamientos en el club de San Fernando y hoy, a sus 22 años es la primera en la historia en obtener una medalla olímpica para el judo de nuestro país.

¿Cómo fueron los momentos previos a empezar a competir en Beijing?

Estaban todos haciendo el precalentamiento, una mira y se imagina que la que tiene al lado tal vez la enfrenta en un rato. Es una adrenalina especial.
Son nervios, que trato de que jueguen a favor. Una vez un entrenador me dijo que es bueno siempre estar un poco nervioso, no mucho porque el exceso es malo. Pero un poco sirve para aumentar la adrenalina, por lo que uno está más activo y más atento a todo. Entonces está bueno eso.

Definiste por Ippon rápidamente el primer combate ante Tiffany Day…

Era una incógnita saber como luchaba esa chica, nadie sabía como se paraba y cuál era su estilo. Siempre digo que todos los que compiten es porque tienen mérito y es muy respetable. Así como tambien son muy respetables aquellos que no clasificaron, porque cualquiera te puede ganar, el judo es cuestión de viveza y no tanto de experiencia.

Estaba nerviosa, la primera lucha es la más complicada porque necesitás un cambio de aire, una activación fuerte que más o menos es la que te marca como va a ser tu torneo: “Ya estoy acá, me subo, lucho y ya”, pensé y por suerte resultó sencillo. Ojo, tal vez vuelvo a enfrentarla y me gana, pero en esa pelea no sufrí ningún ataque peligroso y al ganar tuve un alivio importante.

Para competir en Beijing, Paula Pareto tuvo un entrenamiento minucioso de diferentes técnicas desde enero. Entrenó cuatro horas por día hasta viajar a China. Dos horas por la mañana de lunes a sábado: tres veces en el gimnasio y otras tres salir a correr. Y por la tarde hizo judo de lunes a viernes en Estudiantes de La Plata. Sin contar que también asiste a clases de la carrera de medicina en la UBA. El domingo es el único día que su físico toma descanso.
Esos entrenamientos junto a su técnico Carlos Yuma -que no pudo viajar a China- valieron la pena para llegar a rendir al máximo nivel. No sólo para lograr la medalla, sino para estar a la altura frente a los rivales difíciles como la campeona en siete de los últimos ocho mundiales, más dos medallas doradas (Sydney 2000 y Atenas 2004) y dos de bronce en los cuatro juegos anteriores: la japonesa Ryoco Tani, quién la venció en una pelea muy pareja sin poder derrumbarla y luego obtuvo la otra medalla de bronce.
Aunque no la conforma haber perdido con semejante rival, porque para ella son “todas iguales”, admite que “no podía decir que estaba contenta porque no me gusta perder, pero tambien es cierto que perdí con una muy importante y casi no me sacó diferencia”.
Luego enfrentó a dos duras judocas por el repechaje, como la local Shuwen Wu y la húngara Csernoviczki, peleas que fueron muy difíciles pero que ganó con claridad en el tablero. Con esas victorias, se ganó el derecho a la final del repechaje ante la norcoreana Pak Ok Song, con la medalla de bronce en disputa, un combate merece un párrafo aparte.

¿Cómo analizas la pelea por la medalla?

Cuando empezó la lucha ella estaba mejor y me estaba matando. Me propuse dejar todo por más que la lucha parecía perdida, ya que todavía no estaba terminada. Faltaban dos minutos y me dije: “Ya está, perdí pero no importa, voy a ir para adelante”. Sinceramente me sentía en inferioridad de condiciones, porque cuando me dan la sanción me estaba dominando claramente. Además eso se notó, pero iba dejar todo hasta el último segundo. Si voy a perder, que sea con honor: por lo menos voy a molestar hasta el final, nadie se la va a llevar de arriba (risas).

La asiática dominaba la pelea pero el tablero sólo marcaba la diferencia mínima del puntaje, gracias a que la argentina no se daba por vencida. Perdía por un koka, cuando a falta de 12 segundos la norcoreana Song le tiró un lance y el contralance de Paulita terminó con su oponente en el tatami y un aparente waza ari a favor, que es la máxima diferencia de puntaje antes del Ippon –que sería un nocaut-. Pero primero los árbitros fallaron a favor de la norcoreana y el suspenso creció…

¿Cómo fue ese golpe maestro?

En la última parada de tiempo, cuando dan el reinicio, miró que faltan diez segundos y la fui a buscar, después me atacó ella y ahí fue cuando aproveché: le hice un contralance y mientras caíamos logré hacer que caiga de espalda para hacerle un waza ari. Al toque pensé que habia ganado. Entonces miró el tablero y veo que le dieron los puntos a ella. Yo estaba convencida que la pelea era mía, pero también me puedo equivocar o lo pueden haber visto mal, por lo que me crecieron los nervios. Pero observé a los árbitros reviendo la decisión y me ilusioné…

Es inimaginable la tensión que habrás tenido mientras esperabas….

“Me muero si se equivocan”, dije. Porque estaba segura que el lance lo hice yo: caigo primero para hacer que la china caiga de espalda. Perdí en toda la lucha, y cuando en los últimos seis segundos siento que la gano, si la perdía por un error de los árbitros me moría. Lo único que se me venía a la cabeza, fue pedirle a Dios que me ayude, porque a esa altura era el único que me podía ayudar. Por suerte después me entero que los árbitros estaban convencidos que era mío el lance, pero yo no lo sabía. Miraba para todos lados, miraba a mi técnico que me decía “tranquila…tranquila”… pero yo estaba bloqueada, menos mal que duró poco hasta que me la dieron por ganada. Igual creo, que en esos diez segundos debo haber perdido dos años de vida por todo el estrés que viví. Que los recuperé después con tanta alegría… (sonríe).

¿Qué pensaste cuando te dieron la pelea ganada?

En el lugar donde me entreno, mi familia, mi entrenador y el de la selección –Carlos Denegri-, todos mis amigos, los de judo y los que no son de judo. En todos los que estuvieron detrás mío y siempre me apoyaron. Un apoyo que siempre me hizo sentir bien. Fue muy lindo saber que puse contenta a mucha gente por mi victoria, porque depositaron confianza en mí y lo pude retribuir. Muchos me motivaban, “te va a ir bien en los juegos” me decían, y les aclaraba que era muy difícil. No sé sí lo decían para que vaya confiada o por que lo creían de verdad -comenta con sonrisa-, pero eso me ayudó a sacar más fuerzas. Sé que muchos lo creían, y sino lo creían lo deseaban. Además de ponerme contenta por mí, me sentí feliz al saber que pude darles una alegría a las personas que quiero. Por eso empecé a llorar.

Luego de una emoción que nunca olvidará, Paula Pareto regreso al país el martes 19 de agosto y ese mismo día asistió a la facultad de medicina para ponerse al día en su carrera, que como ella afirma es “uno de sus dos pilares”. Esta tan responsable en judo como en el estudio.
Ama hacer deporte y es hincha de Boca desde chiquita, aunque no puede ocultar su afecto por Estudiantes (su club) y Tigre (el de su barrio). Aparte de judo, hizo gimnasia deportiva, hockey y vóley en el colegio. Y hasta practicó tenis unos meses. Aunque lo que más disfruta, es jugar fútbol los sábados con sus amigas para defender la camiseta de “Paulita y el resto”, como se llama el equipo en el que juega en el mediocampo por izquierda. Si bien este año no jugó para cuidarse en vista a Beijing, confiesa que no ve la hora de volver al verde césped, pero destaca: “Ya estoy en la familia del judo”.
Cuando habla con esa simpatía que demuestra una personalidad afectuosa, se puede notar que es una chica muy agradecida, que en todo momento remarca a la gente que la acompañó en su preparación y lo sigue haciendo, un gesto describe de pies a cabeza la calidad humana de “La Peti”: medalla de bronce, temperamento de oro.