Los pantalones argentinos en Italia 1990 El misterioso caso de las tres tiras
El debut argentino en Italia ’90 fue pobre, muy alejado de la estampa de campeón mundial que va a defender su título. Encima la jornada inaugural terminó con derrota ante Camerún, aquella que ocho años antes Caloi y Clemente habían hecho famosa a través del cantito del solitario hincha camerunés.
El cabezazo de François Omam-Biyik sentenció el 1-0 para los africanos y tapó de nieblas el futuro del equipo argentino, al que una derrota contra la Unión Soviética daría por finalizada la aventura mundialista, aun cuando todos los demás equipos habrían jugado solamente un partido. A la hora de los replanteos, se criticó la formación inicial, la lentitud de la defensa, la insuficiente reacción de Nery Pumpido en el gol, la violencia de Camerún, el desperdicio de dejar a Claudio Caniggia en el banco, y hasta la permisividad del árbitro francés Michel Vautrot. Todo pasó al archivo de las excusas… Sin embargo, el entrenador Carlos Bilardo puso su vista en un detalle menor, pero que hizo ruido en su universo de cábalas y rutinas.
Durante la década del ’80 la Selección Argentina lució la marca Le Coq Sportif, con la que se consagró campeona del mundo en México ’86. Durante ese torneo cambió la camiseta celeste y blanca por unas azules contra Uruguay e Inglaterra, pero siempre lució los mismos pantalones negros, que apenas tenían un ribete albiceleste y el logo de la marca francesa. A partir de 1990 la Asociación del Fútbol Argentino acordó volver a vestir la indumentaria Adidas, manteniendo por supuesto el look histórico del equipo nacional: camiseta rayada, short negro y medias blancas. Hasta ahí, nada irregular.
Para enfrentar a la Unión Soviética, el técnico dispuso cinco cambios: sacó a Néstor Fabbri, Néstor Lorenzo, Roberto Sensini, Abel Balbo y Oscar Ruggeri (lesionado) y puso en la cancha a Pedro Monzón, José Tiburcio Serrizuela, Julio Olarticoechea, Pedro Troglio y Caniggia… y una sexta variante: notó que los pantalones eran distintos a los que se usaron en 1986 y puso el foco en las tres tiras emblemáticas de la marca alemana. Había que enderezar el rumbo y valía apelar a cualquier recurso, y las cábalas fueron un argumento que Bilardo nunca menospreció.
Lo mandó al utilero Rubén Benrós (fallecido en 2016) a tapar o quitar las tres tiras blancas de Adidas, para que el atuendo sea lo más parecido al de 1986. Era a todo o nada contra la URSS. Con la alegría y el alivio del triunfo 2-0, por televisión muy pocos se dieron cuenta y en el estadio San Paolo prácticamente nadie notó la modificación, ni siquiera Héctor Querido, representante de Gatic, la empresa argentina licenciataria de Adidas. Pero desde Buenos Aires lo advirtió uno de los directivos de la compañía, que inmediatamente le transmitió el reproche.
La cadena de reclamos empezó a rodar. Querido se quejó ante Grondona. Grondona se lo cuestionó a Benrós, pero el bueno de Tito cumplía órdenes de Bilardo. Para asegurarse que eso no se repitiera, el hombre de Adidas en Roma separó dos juegos de pantalones blancos (con tiras azules), tal como se había acordado durante la reunión técnica de FIFA que usaría Argentina para el tercer partido del grupo, ante Rumania.
Los shorts blancos calmaron a Gatic y a Adidas central, en Alemania, que ya hacía cuentas de un posible juicio a la AFA. Y el 1-1 contra los rumanos valió el pasaje a octavos dentro del lote de “mejores terceros” y un poco de tranquilidad para el hiperactivo Bilardo y sus ideas cabuleras. Así que repitió el uniforme ante Brasil, por los octavos de final. Pero para cuartos, contra Yugoslavia, la FIFA determinó que Argentina debería usar camiseta azul y pantalones negros.
No valieron las recomendaciones, ni luego advertencias de Adidas: Bilardo no volvería a usar los pantalones con tiras como en el arranque del torneo contra Camerún. Argentina superó por penales a los yugoslavos y lo mismo ocurrió con Italia, en la inolvidable semifinal disputada en Nápoles. Las tiras blancas siguieron ausentes, en una muestra clara del peso de Bilardo en este tipo de decisiones.
La final contra Alemania Federal y el odio de todo el público local, luego de la lacerante eliminación en el San Paolo, encontró a una selección argentina diezmada en sus filas, sin Caniggia -una torpe mano contra los italianos-, sin Olarticoechea -también dos amarillas- y sin Giusti -expulsado-. Estoicamente, el conjunto soportó la rechifla al himno nacional antes del partido. Todos menos el capitán Maradona, que insultó airadamente hacia las tribunas. Empezaba el final del sueño, pero a la Argentina le tocó cambiar el atuendo, así como cuatro años antes le había tocado a los germanos. No había cábala en la vestimenta pero tampoco respuesta futbolística. Un polémico penal marcado por el árbitro mexicano Edgardo Codesal, a seis minutos del final, hizo posible el gol de Andreas Brehme y el título para una selección que se despedía: ya unificada, Alemania Federal volvía a ser simplemente Alemania, la poderosa máquina del fútbol.